Como ya sabemos, las elecciones
parlamentarias realizadas el pasado 6 de Diciembre ofrecieron unos resultados
que permitirían restituir el equilibrio democrático y la reconstrucción
institucional que requiere nuestro país. El resultado no dejó dudas: la Mesa de
la Unidad Democrática (MUD) alcanzó una amplia victoria con 7.707. 422 votos
(56,2 %), frente al oficialista Gran Polo Patriótico (GPP) y sus 5.599.025 de
votos (40,8%). Venezuela votó por un cambio.
Con esta votación, la MUD obtuvo 112
diputados frente a los 55 del GPP. De esta forma, la alianza opositora alcanzó
la mayoría calificada en el parlamento venezolano. La mayoría parlamentaria
calificada permitirá a la oposición democrática ejercer un amplio y decisivo
control sobre la gestión del gobierno del presidente Maduro; así como también impulsar
la revisión, reforma y mejoramiento del marco legal vigente; haciendo énfasis
en la reivindicación de la agenda social, como lo anunciara Jesús “Chuo”
Torrealba, Secretario Ejecutivo de la MUD.
Resulta inevitable resaltar que,
el triunfo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se produjo en condiciones
de una desventaja asimétrica. En efecto, la MUD se enfrentó a múltiples factores
adversos que incluían desde un Consejo Nacional Electoral (CNE) parcializado y
bajo tutela gubernamental, pasando el desproporcionado
despliegue propagandístico oficialista y la presión sobre los servidores
públicos, hasta el bloqueo total comunicacional e informativo en los medios.
Otro detalle a destacar es la
absoluta calma y tranquilidad que se respira en el país; luego de las
elecciones. El pueblo venezolano está demostrando que está mucho más claro, en
sus convicciones democráticas de lo que imagina la dirigencia política (de cualquier
bando). Y también, los resultados
electorales representaron un mensaje claro y diáfano a posiciones
abstencionistas y a aquellas que anhelan
salidas militaristas. El pasado 6D comenzó el rescate de la democracia en
Venezuela.
La reacción post-electoral del
gobierno no ha sido fácil; pues el mito de su imbatibilidad electoral ha
terminado con esta derrota contundente. Mientras las intervenciones de los
principales voceros del PSUV (Maduro-Cabello) se han basado en el uso de un
discurso agresivo y en los intentos de “escurrir el bulto” de la derrota, sin
mucho éxito. Por otra parte, la gobernabilidad del proyecto socialista ha sido
seriamente afectada, o si se quiere, reducida a una expresión mínima. Al PSUV
le toca intentar una revisión, en condiciones de mucha incertidumbre, por la
baja calidad de su actual liderazgo. Allí,
en ese partido político se vislumbra una crisis.
Por su parte, la MUD tiene como
principal reto “gobernar” el poder legislativo de la República. Esto supone que,
la gestión de la Asamblea Nacional se oriente al cumplimiento de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. De lo que se trata es de
re-institucionalizar al país; mediante el rescate de la autonomía y el
equilibrio de los Poderes Públicos. A la MUD le tocará soportar un conjunto de presiones; tanto
internas como externas. La gestión de la Asamblea Nacional no le será tan fácil,
sobre todo al considerar las acciones
obstruccionistas que desde ya prepara el PSUV. Mantener la unidad en la
MUD es vital.
Lo que hay que tener muy claro,
es que la nueva Asamblea Nacional (que comienza su período el 5 de Enero) tiene
un horizonte temporal de cinco años; es decir, su actividad se enmarca en el
lapso constitucional 2016-2021 por lo que no debería ser evaluada con una
visión cortoplazista. Durante ese lapso, se sucederán procesos institucionales
y políticos muy relevantes como por ejemplo la renovación parcial del Consejo
Nacional Electoral (CNE) y las elecciones en estados, municipios y las
presidenciales. Otra cosa que hay que tener presente, es que la Asamblea
Nacional no es el gobierno; aunque le corresponde controlar la gestión del
mismo y legislar para toda la actividad del Estado y para todos los ciudadanos.
No olvidemos tampoco que, la Asamblea
Nacional inicia su gestión en medio de la mayor crisis por la que ha atravesado
nuestro país: inseguridad ciudadana desbordada y creciente, una inflación de
200%, una pobreza crónica estimada en 22%, escasez de alimentos y medicinas y con
servicios públicos deficientes. Pero quizás lo más grave lo constituya la
exclusión, el odio social y la discriminación que ha venido promocionando el
PSUV desde la administración gubernamental. En medio de esta situación, a la
nueva mayoría parlamentaría le tocará convertirse en el referente inclusivo y
responsable que requiere el país. Para eso, el pueblo los eligió y este será su
mayor reto.
Los principios de eficacia, de
cercanía y de transparencia deberían ser el hilo conductor en esta nueva etapa
del parlamentarismo venezolano. Eficacia,
en cuanto al tratamiento de los procesos de formación de leyes y de control de
la gestión pública. Cercanía, con
cada uno de sus electores sin ningún tipo de sectarismo ni exclusión. Transparencia, informando de manera pronta, oportuna y veraz a la opinión pública
y al público, de la actividad parlamentaria y donde el acceso a la información
pública se convierta en una práctica administrativa rutinaria. El 5 de Enero de
2016, comienza otra etapa en nuestra historia.
@migonzalezm